“Cuando el avión aterrizó en Bogotá y dijeron “bienvenidos” y todos aplauden, uff yo sentí un fresco, el alma me volvió otra vez al cuerpo, sentí que ya con eso paraba de sufrir”.
Aura* recuerda así el día que regresó al país después de haber vivido 18 días de horror en China. Ella salió de casa con la ilusión de un trabajo para ayudar a su familia, pero fue engañada y se convirtió en otra víctima de la trata de personas. “Supuestamente yo iba a atender una venta de joyas en China, y me iba a ganar $2.500.000 en esa época donde el mínimo era $800.000, era muy buena plata, entonces pensé hay buenas condiciones, e iba con una persona que creía confiable. Cuando llegué allá, una chica que estaba embaraza me dijo que iba a trabajar en la prostitución, yo dije ¡Dios mío, en qué metí! y ahí el mundo se me derrumbó”, cuenta la joven vallecaucana.
“Yo me sentía muy decepcionada de mí, me cuestionaba por qué si al llegar al aeropuerto en Bogotá las cosas comenzaron a ponerse sospechosas, por qué no sospeche más (…) pero ya creo que me perdoné, aunque me sigue doliendo que la sociedad no se dé cuenta de lo que silenciosamente está pasando”, afirma Aura, quien les dice a mujeres y hombres que hay que estar alerta y atentos a las propuestas, especialmente de trabajo en otros países, y no confiar.
La joven vallecaucana advierte que hay banderas rojas que deben tenerse en cuenta. La primera, recuerda, “me quitaron el pasaporte y lo mandaron a Bogotá y después aparecieron como una visa China cuando yo no sé ni siquiera hablar inglés; era como si yo hubiera ido a un consulado, hecho una entrevista y me hubieran dicho sí estás admitida a entrar a Asia”.
Si alguien vigila todo el tiempo los movimientos o tener que contar una historia para que migración del país destino le deje ingresar, son otras banderas. “La señora me dijo que debía decir que iba cuidar unos niños, incluso me dio unos contactos, para poder que me dejaran pasar migración de allá y así fue. Cuando llegué me preguntaron y eso dije, llamaron y comprobó que las dos historias concordaban, eso también es sospechoso”, comenta.
Después de siete años de su trágica experiencia, Aura* ha tenido la valentía de salir adelante. Hoy tiene un hijo que es su motor de vida, y cada día se dedica a servir a otros a través de su profesión en la salud, y pide a los vallecaucanos y vallecaucanas en momentos en que se conmemora la Lucha contra la Trata de Personas, no caer en espejismos que terminan muy mal para todos.
0 comentarios